El conejo al ajillo o el pollo al ajillo, son de esas recetas que me recuerdan siempre a noches de verano. Con una buena fuente de patatas fritas, de esas que se hacen en bastones, despacio, y quedan tiernas, casi como confitadas. Pan para no dejar nada. Memorias deliciosas.
Por desgracia en estos tiempos de controlarnos las grasas, casi nunca preparamos ya este tipo de recetas y si lo hacemos es para darnos un capricho, en modo fiesta.
Nosotros preparamos el conejo prácticamente igual que el pollo. Pero es que queda tan bien, que no merece la pena cambiar. Ten a mano la servilleta, porque te vas a manchar los dedos. Y repito, merece la pena.