Como muchas veces os digo, hay aromas que te hacen recordar buenos momentos. Siempre.
Unos de ellos, para mi, es el de los puestos de las castañeras, con el carbón y el aroma de la castaña asada, llenando toda la calle. Directamente se me llena la mente buenos recuerdos.
En esta receta actualizamos una tarta antigua y compartimos este pastel preparado con castañas, que aunque os parezca que no, va genial ligeramente templado acompañado de una bola de helado de vainilla o de un montoncito de nata montada.
Al comienzo de la temporada, es cuando se encuentran las mejores castañas, se que son un vicio asadas, pero de vez en cuando merece la pena cambiar. Nosotros, por cierto, hace tiempo guardamos una sartén vieja y siempre asamos las castañas en ella. A temperatura media en el fuego de la cocina y les vamos dando la vuelta, tres o cuatro veces, hasta que estén bien doradas por todas las partes. No sueltan el aroma del carbón, pero si de la castaña bien asada. Ese aroma dulce y tostado de la cáscara.
Así es como asamos castañas en casa. Y así es como hacemos este pastel: